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¿Y la Justicia Para Cuándo?


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La espera desesperante de las víctimas del Jet Set y el silencio ensordecedor de un sistema selectivo

Por [Nombre del autor o colectivo de víctimas]

El Lunes 7 de Abril de 2025 quedó grabado como una fecha de luto nacional. El colapso del techo de la discoteca Jet Set no solo cobró la vida de más de 230 personas y dejó a casi 200 heridas: también expuso, una vez más, las profundas grietas morales y estructurales de nuestro sistema judicial.

A semanas del hecho, no hay detenidos, no hay imputaciones firmes, no hay justicia. Solo queda una colección de flores marchitas en la acera de un local clausurado y un mar de familias destrozadas a las que nadie les ha dado una respuesta clara.


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¿Qué impide que la justicia actúe?

La respuesta parece estar a la vista de todos, pero en la boca de pocos: los propietarios del Jet Set no son ciudadanos comunes. Son parte de una familia con apellidos de linaje, con vínculos empresariales y políticos que los blindan del trato que cualquier dominicano sin poder habría recibido a las pocas horas del incidente.

Antonio Espaillat, ciudadano estadounidense, figura empresarial, y miembro de un círculo privilegiado, ni siquiera ha sido llamado a declarar públicamente. Otros responsables operativos siguen en silencio. Y las autoridades, mientras tanto, han preferido escudarse en tecnicismos antes que ejercer el mandato que el pueblo les confirió: aplicar la ley, caiga quien caiga.


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La ley de los privilegiados

En un país donde la justicia es rápida para el pobre y lenta para el poderoso, esta tragedia no solo habla de una estructura que colapsó físicamente, sino de un Estado que se derrumba éticamente. ¿Cómo explicar que, habiendo denuncias de mantenimiento deficiente, permisos vencidos y negligencia operativa, nadie esté tras las rejas?

Se han acumulado querellas, protestas, cartas públicas. Los fiscales aseguran estar “investigando”. Pero lo cierto es que las víctimas no ven avances, solo excusas.

El silencio como complicidad

Los medios que antes daban cobertura minuto a minuto han reducido su atención. Las redes sociales han desplazado el tema. El Gobierno guarda un silencio incómodo. Y eso también duele. Porque cada día que pasa sin justicia es otro día en que se nos dice que la vida de nuestros seres queridos vale menos que un apellido influyente.

Las víctimas no pueden —ni deben— cargar solas con este duelo. Esta no es una lucha de clases, es una lucha por principios: la igualdad ante la ley, el derecho a la vida, la responsabilidad civil y penal ante la negligencia.

¿Y si fueran sus hijos? ¿Sus padres? ¿Sus amigos?

Quienes perdimos a alguien en Jet Set no pedimos favores. Pedimos justicia. Queremos ver un proceso transparente, sin protección política, sin distracciones mediáticas. Queremos sentencias que sienten precedentes. Queremos vivir en un país donde el poder no compre impunidad.

Porque si la justicia solo actúa cuando le conviene, no es justicia: es privilegio con toga.

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